Mario Morenza, en ésta, su primera obra narrativa, producto de una mixtura de géneros bastante inusual, se propone a sí mismo como sujeto experimental de su literatura.
Mario Morenza testifica desde la memoria de sus pasillos recorridos. Una voz en primera persona, asumida desde el referente de su nombre de pila, va deshaciendo lentamente sus pasos en las escaleras del Bloque 4, inclina levemente la espalda en su ascenso cotidiano por la rampa de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Mira los cordones de sus zapatos. Los nudos hechos en la fibra de las aulas, en las pizarras henchidas de títulos de libros, nombres de autores, clásicos de la literatura universal.
Estamos hablando de un diario, el diario de un joven estudiante de Letras que escribe relatos de corte fantástico que hablan de una ciudad llamada Intraciudad, bastante parecida a Caracas; estamos hablando de crónicas estudiantiles como entradas de ese diario, un testimonio individual en el cual la ficción restituye la introspección de realidades interiores.
Mario Morenza testifica desde la memoria de sus pasillos recorridos. Una voz en primera persona, asumida desde el referente de su nombre de pila, va deshaciendo lentamente sus pasos en las escaleras del Bloque 4, inclina levemente la espalda en su ascenso cotidiano por la rampa de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Mira los cordones de sus zapatos. Los nudos hechos en la fibra de las aulas, en las pizarras henchidas de títulos de libros, nombres de autores, clásicos de la literatura universal.
Estamos hablando de un diario, el diario de un joven estudiante de Letras que escribe relatos de corte fantástico que hablan de una ciudad llamada Intraciudad, bastante parecida a Caracas; estamos hablando de crónicas estudiantiles como entradas de ese diario, un testimonio individual en el cual la ficción restituye la introspección de realidades interiores.
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