Friday, May 16, 2008

La primera historia de la 209


Fragmento del cuento Melancólicos anónimos


Mientras Marco Macchini duerme su agitado sueño, podemos hablar de la 209. Antes de Marco Macchinni muchos melancólicos estuvieron allí. La lista es larga. Jean Lemuit, un inmigrante de origen francés que llegó a costas venezolanas directamente desde New Orleans, fue el primero en ocupar dicha habitación. Entre él y Marco median unos 47 melancólicos en los 20 años de esta sede. La barba de Jean Lemuit parecía originarse de una estampida de búfalos, lo que desamparaba su frescura natural cuando andaba de ánimos: si sus calzados estaban por encima de la mesa su energía era alta. Cuando Lemuit llegó a las puertas de MM.AA. el portero de turno, un mexicano al que le decían Chacho y le faltaba el 74% de sus dientes; desencajó su cara como si viera al mismísimo General Páez llegando con su cuadrilla blindada. A pesar del aspecto desgarbado y la desfachatez de Lemuit, su tiempo en las instalaciones fue efímero. Realmente, no era un melancólico, aunque cada vez que abría la boca era para contar una aventura a las orillas del lago Pontchartrain, que, por lo general, estaban curtidas por las imbebibles aguas hinchadas de sales. Jean Lemuit nació prácticamente en el seno del Pontchartrain, cuando el huracán Betsy arropó con sus vientos todo el poblado e infló sus aguas como a un globo gravitacional. Sin embargo, el hecho que marcó su niñez no fue la destrucción de la ciudad, sino cuando atestiguó surgir del fondo del lago un animal con las proporciones del obelisco de la desmantelada Spanish Plaza. La imagen de la criatura expulsada como un látigo desde el arroyo, le hormigueó durante sus años de infancia y adolescencia. No fue hasta cumplir los dieciocho y dos semanas antes de alistarse en el ejército, que exorcizó su miedo reprimido: se tatuó en la espalda la aparición, que al igual que los huracanes que disminuyen de categoría, ésta disminuyó su veracidad y de fenómeno paranormal pasó a leyenda urbana.
Para aquella época MM.AA. no contaba con una máquina medidora de humores. Todo el que por voluntad propia se considerara melancólico era bienvenido. El diagnóstico de Lemuit era otra automedicación en los registros. El control sobre los niveles anímicos llegaría meses después, al incrementarse la demanda. Jean Lemuit hoy es dueño de una ferretería. Tiene una mujer, seis hijos con ella y ocho prótesis de hierro. Uno de sus hijos, la semana pasada, recortó el aviso de MM.AA. de la prensa local. Hoy bebió con unos amigos y les participó su intención de pasar una temporada allí. Lemuit, se me olvidaba, no sólo fue el pionero en la 209. Además de eso, es el responsable de que se instalaran lonas en forma de toldos amarradas a las canaletas. Lemuit jamás se quiso suicidar, impensable desde una altura de dos pisos. Se rumora, y esto no es leyenda urbana, que, a su salida, embarazó a dos melancólicas. El portero más de una vez lo pilló ir de una ventana a otra en las madrugadas. Una de esas madrugadas, Lemuit resbaló y cayó directo al cemento. Se fracturó los huesos que hoy son sustituidos por ferretería ósea. En el copete de la cama, donde ahora descansa Marco Macchinni, están las letras JL, las iniciales de Jean Lemuit.

2 comments:

Marta said...
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Marta said...

Me parece interesante.